Cuando pensamos en nuestro futuro siendo jóvenes, es frecuente evocar la visión de una vejez apacible, acompañados por nuestra familia, hijos, nietos y por supuesto, nuestra pareja.
Imaginamos, según vamos cumpliendo años, que la etapa de vida, a partir de la jubilación, nos proporcionará un sosiego al que aspiramos durante nuestra larga vida laboral. Pensamos que seguiremos en nuestra casa, y al lado de nuestra pareja.
Sin embargo, estudios demoscópicos evidencian que se produce un incremento de hogares unipersonales entre las personas mayores de 65 años. Es verdad que, en nuestro país, sigue siendo inferior a otros países europeos.
Aquí la familia sigue estando muy presente en nuestra sociedad, pero los datos nos indican que, a partir de esa edad, el 28,9 % de personas mayores de 65 años son viudas. Suponen el 11,5% en el caso de los hombres y el 42.2% en el caso de las mujeres. (Fuente: Envejecimiento en red nº 22, marzo 2019).
En este artículo vamos a hablar de lo que nos sucede en el proceso del Duelo, que puede tener diferente interpretación según estudios realizados. En unos nos indican que el duelo será más sostenido en el tiempo porque el anciano tiene más dificultad para adaptarse a un cambio tan importante. La muerte se hace presente, más presente que nunca y, además, al perder esa figura de “apego” tan importante, necesitan un sustituto que les brinde seguridad, porque la pérdida de ese ser tan querido amenaza su seguridad.
En algunos casos, la reacción patológica del duelo determina que se presenten conductas autodestructivas para reunirse con esa persona que ya no está, incluso sin mostrar signos aparentes de dolor por esa pérdida. En los casos en que hay una dependencia de ese anciano que sobrevive, parece que está más preparado para su propio fin que la del objeto de su dependencia.
De todos modos, el primer año de duelo puede estar deprimido, angustiado, pero no quiere decir que sea un cuadro patológico. No es enfermedad, es normal sentirnos así. Por lo que respecta a las viudas, al hecho de la pérdida se añade una serie de cambios que también afectan mucho a su futura vida. La pensión se ve seriamente disminuida, (reivindicación permanente de Asociaciones de Viudas), pero es verdad que las mujeres aprenden a funcionar en su propia casa sin la presencia de su marido.
Por su parte, los hombres viudos tienden a sufrir una intensa depresión y a veces se traduce en la búsqueda de una nueva pareja, al contrario que la mayoría de las mujeres viudas, quienes siguen solas. Hay estudios como el de Helena Lopata en la ciudad de Chicago, que evidenció que a los 11 años del hecho de enviudar, las mujeres seguían viviendo solas, a pesar de que su pensión había disminuido casi a la mitad .
No obstante, la idea de que tras el hecho de enviudar se produce un largo periodo de duelo, se contrapone con otros estudios (Universidad de Michigan financiado por el Instituto Nacional del Envejecimiento), que vienen a decir que casi la mitad de los ancianos viudos en EEUU tienen unos pocos síntomas de aflicción 6 meses después del fallecimiento de su pareja.
En este estudio, realizado a más de 1.500 viudos/as mayores de 65 años, pone en duda lo que parece que se piensa tradicionalmente, y es que el luto se mantiene de forma prolongada. Hasta entonces, se pensaba que las personas viudas que presentaban mínimas señales de tristeza se debía a que vivían en la “negación”, no asumían que había fallecido su cónyuge, que tenían una distancia emocional o que no habían tenido mucha conexión con su cónyuge. Sin embargo, casi la mitad de ellos decían que habían tenido matrimonios muy satisfactorios.
Lo que se considera, por tanto, es que estas personas mayores de 65 años estimaban que la vida había sido justa, aceptaban la muerte como algo natural y aseguraban que tenían gran consuelo en sus recuerdos.
Directora de los Apartamentos Tutelados de Proginsa