El Parkinson o, como se le conocía en tiempos pasados, “Perlesía”, es una enfermedad descrita en el año 1817 por el Dr. Parkinson, a quien debe su nombre. Aparece generalmente en épocas avanzadas de la vida, aunque se dan muy raras veces casos a partir de la tercera década.
No se conoce todavía el motivo de su aparición, pero se sabe que si hay algún familiar que lo presenta, tenemos mayores posibilidades de padecerlo. La prevalencia es de un 2% en mayores de 65 años y un 4% en mayores de 80 años, según la Sociedad Española de Neurología, lo cual determina que en nuestro país más de 150.000 personas la padecen. La edad más frecuente de aparición es a partir de los 60 años.
Es una enfermedad muy limitante, pero gracias a los avances de la ciencia y especialmente de los tratamientos actuales, han determinado una supervivencia con mayor calidad de vida. Por lo tanto, se puede decir que es compatible la vejez con la enfermedad, al poder controlar médicamente a los pacientes aceptablemente bien.
Existen también los denominados “parkinsonismos” con clínica similar a la enfermedad de Parkinson, pero producida por causas reconocibles, como el uso de determinado tipo de medicamentos, tumores o accidentes cerebrovasculares. En cualquier caso, el tratamiento de esta enfermedad tiene su complicación y exige una disciplina para regular su medicación y tipo de vida a llevar.
Qué es la Enfermedad de Parkinson
Empezando por su concepto, es decir qué es la Enfermedad de Parkinson, les diré que es un cuadro clínico causado porque hay una zona del cerebro encargada de coordinar movimientos llamada Sustancia Negra, cuyas células, las neuronas de esa zona, van desapareciendo.
Estas neuronas producen una sustancia denominada Dopamina, su función consiste en iniciar y suavizar los movimientos. Si ésta sustancia se produce cada vez en menor cantidad, cuando su producción se ha reducido al 20 %, empieza a manifestar su clínica. Tienen que saber que es una enfermedad crónica y progresiva.
Cómo se manifiesta la Enfermedad de Parkinson
Centrándonos sobre todo en la enfermedad de las personas mayores, el signo más evidente es el temblor, y es un temblor de reposo, aparece generalmente en la mano y afecta a los dedos. Tradicionalmente se le compara al movimiento de liar cigarrillos.
Este temblor desaparece al ir a hacer alguna actividad y no se da durante el sueño. También se puede manifestar en brazos, piernas, labios, lengua y cabeza. En los ancianos se presenta con más frecuencia de manera bilateral.
A la vez que el temblor, y mucho más limitante, aparece rigidez. Esto determina que los movimientos sean lentos y descoordinados, lo cual genera mucha facilidad para pérdidas de equilibrio.
Precisamente, esta rigidez muscular, al dificultar los movimientos, determina que las personas se muevan menos, por lo que las articulaciones se vuelven rígidas y cada vez hay más debilidad muscular, con lo cual las caídas son más frecuentes.
Y, finalmente, podemos decir que se produce dificultad para mantener el equilibrio y la postura. Lo más típico es que las personas afectadas inclinan la cabeza hacia adelante o hacia atrás, sufran episodios de “imantación”, se quedan como pegados al suelo y no pueden arrancar a caminar, seguido a veces por unos pasos acelerados, como una pequeña carrera, denominada como marcha “festinante”. Al caminar arrastran los pies, con movimientos lentos, poco “braceo” y con dificultad para detenerse, girar u otros movimientos.
Dificultad para las tareas de la vida diaria
Por todo ello, podemos deducir que hay una afectación en las actividades de la vida diaria. Tareas como levantarse de una silla, especialmente si es baja, peinarse, comer, vestirse, salir de un coche…, pueden ser mucho más costosas. Incluso la escritura se puede ver afectada, y hay una descripción típica que es hacerlo con letra cada vez más pequeña.
La expresión de la cara también se altera, y clásicamente se describía como de “jugador de póker”. Hablan de forma más lenta y con menos entonación. A pesar de todo esto, la fuerza y la sensibilidad no se ven afectadas.
En alrededor de un tercio de los enfermos, en etapas avanzadas de la enfermedad se asocia con la demencia. La depresión es también la gran acompañante, y se agrava en estadios más avanzados.
Pero a veces la clínica no es tan evidente y se puede presentar con otros síntomas y signos, además de caídas de repetición, deterioro cognitivo alteraciones del sueño, problemas gastrointestinales (estreñimiento), a veces pérdida de olfato. Todo ello dificulta el diagnóstico precoz.
Diagnóstico de la enfermedad de Parkinson
Para el diagnóstico, es muy importante la exploración médica. Se realizan pruebas sencillas de coordinación de movimientos, se valora si el temblor desaparece al pedirle que ejecute alguna actividad (sirve tocarse la nariz con el dedo), se mide la coordinación haciendo girar alternativamente las muñecas de forma rápida, se comprueba si aparece rigidez en “rueda dentada” …
Se puede ayudar haciendo diagnóstico por imagen con técnicas avanzadas de estudios cerebrales como TAC, RMN, que descarten otras patologías, o técnicas más específicas por SPECT y PET, aunque se usan menos a nivel general y no son solo específicas de la Enfermedad de Parkinson.
Si nada de esto termina por aclarar el diagnóstico, se administra dopamina (cuya pérdida influye en el Parkinson). Si hay una clara mejoría de los síntomas, nos indica que la persona padece la enfermedad.
En un próximo artículo hablaremos del tratamiento del Parkinson.
Directora de los Apartamentos Tutelados de Proginsa