El aumento del porcentaje de personas mayores en las sociedades desarrolladas presenta nuevos desafíos a los que quizá no estamos respondiendo con la agilidad necesaria. Cuestiones como la vivienda, la atención sanitaria y social, la actividad física y, en general, la integración de los mayores en una sociedad que se orienta excesivamente a la juventud, están causando conflictos intergeneracionales que es necesario resolver.
Al igual que ocurre con otros colectivos que podemos denominar minoritarios, aunque ya no lo sean tanto, las personas de más de sesenta años se encuentran hoy frente a diversas formas de discriminación, por las que la sociedad les niega aquello que les pertenece, como si fuera un grupo del que habría que olvidarse. Cada vez se conocen más casos de maltrato, de falta de atención, de soledad entre personas que debieran contar con un mayor reconocimiento, coherente con el esfuerzo que ellas mismas han realizado en otras etapas de la vida.
Entre los problemas, uno de los más populares, por desgracia, es el fenómeno que se ha llamado Edadismo. Se trata de un conjunto de actitudes y conductas discriminatorias hacia las personas mayores, más o menos conscientes, y que afecta a su integración social y autoestima. Están recogidas en el artículo Añadir vida a los años, publicado en los Cuadernos de Gerontología de la Sociedad Navarra de Geriatría y Gerontología. Vamos a mencionar las más relevantes:
- Las personas mayores son consideradas improductivas porque no ejercen ya una profesión remunerada, y tampoco consumen en el nivel que se considera necesario. Por tanto, son una carga para la sociedad.
- Aislamiento social. Se cree que se apartan de su familia y relaciones sociales, y de que carecen de todo tipo de interés por las cosas.
- Se les tilda de personas incapaces de aprender nada nuevo y no interesadas a abrirse al mundo, bajo la creencia de que su época ya ha pasado y no necesitan evolucionar.
- Se les califica de personas inflexibles y conservadoras, que no están dispuestas a modificar sus hábitos o sus creencias, ancladas en la idea de que las tradiciones y el pasado son lo único que importa.
Esta visión simplista y sesgada impide que las personas mayores sean aceptadas con las mismas oportunidades que individuos de menos edad. Lleva a pensar que carecen de opciones para disfrutar de la vida y que, por tanto, estorban el desarrollo de sus familiares o allegados. Como resultado, se multiplican las acciones de abuso y abandono en las que se encuentran hoy inmersos muchos mayores.
Nos conviene reflexionar sobre estos mitos para devolver el espacio social a las personas mayores, y cada vez con un mayor protagonismo, habida cuenta de su crecimiento en el conjunto.