El 1 de octubre se ha celebrado el Día Internacional de las Personas Mayores, una efemérides que, en estas circunstancias tan difíciles para nuestros mayores, lleva a reflexionar sobre el trato que están recibiendo. Algunos intelectuales, como el filósofo Roberto R. Aramayo, se muestran muy críticos con la sociedad.
Así, señala que «durante la primera ola de la pandemia se desató una eugenesia encubierta». Llama la atención sobre el hecho de que miles de ancianos fueron abocados a la muerte porque no se les proporcionó la atención médica debida. Y no solo eso, sino que muchos de los que han sobrevivido, padecen la soledad y la discriminación porque no se les permite llevar una vida digna, confinados en viviendas y residencias.
«Me siento un poco defraudado. Durante el confinamiento pensé que todo lo vivido iba a servir para cambiar las cosas, para apostar por otros modelos, por residencias de calidad; pensé que íbamos a dar pasos para conseguir un nuevo modelo social –dice- pero veo que no, que al final nada cambia; vivimos en una sociedad muy insolidaria donde impera el darwinismo, la ley del más fuerte; donde se sigue viviendo para la economía y la gente mayor sobra”.
Una nueva visión de la vejez
Y es terrible que se llegue a esta conclusión en un país que cuenta con una de los mayores niveles de esperanza de vida, y en el que viven nada menos que nueve millones de personas mayores de 65 años. A juicio de Roberto Aramayo, es necesario que los ciudadanos se replanteen la visión que se tiene de la vejez, a medio camino entre la carga y el negocio.
Para muchos individuos, hacerse cargo de sus mayores es una tarea que consideran ingrata y que no quieren asumir, pese a que ellos se han beneficiado durante muchos años de las personas a quienes ahora se niegan a cuidar, y a las que prefieren dejar en manos de empresas. «Esta ingratitud nos retrata como sociedad y nos conduce a tiempos tenebrosos».
Por eso, como se señala desde la campaña #SoyMayorSoyComoTú, impulsada por varias entidades dedicadas a mejorar la vida y la dignidad de las personas mayores, parece imperativo un cambio en el modo de tratar la vejez, desde las políticas públicas y también a través del compromiso vecinal, familiar y personal.
Un día, todos llegamos a ser mayores, y entonces querremos que se nos trate en igualdad de condiciones que cualquier ciudadano, sin ninguna discriminación por edad.