Seguramente, nuestros mayores son quienes han vivido momentos más difíciles durante la pandemia. Acostumbrados desde siempre a una existencia de sacrificio, en esta última etapa de sus vidas han debido afrontar un duro desafío que, por desgracia, muchos de ellos no han superado.
A pesar de eso, nunca han perdido el ánimo para aplaudir a los sanitarios ni la ilusión por seguir ayudando a sus hijos y familiares. Una vez más, nos han dado una lección de entereza que la sociedad debería reconocerles, esta sociedad tan volcada en la novedad y la juventud que a menudo se olvida de ellos.
Para la Doctora Lourdes Gorricho, directora de los Apartamentos Tutelados de Proginsa, durante la crisis del COVID-19 se ha vuelto a observar cierta falta de atención hacia las personas mayores. «Se ha hablado mucho de los niños, de las consecuencias del confinamiento para ellos, o de los problemas económicos de los jóvenes y las familias. Esto es verdad, pero al mismo tiempo, no se trata tanto en los medios lo que la pandemia ha supuesto para los ancianos, más allá de las terribles cifras de fallecidos».
Porque las personas mayores han visto y verán perjudicada su salud por la falta de movilidad, de vida al aire libre, la fragilidad emocional o la suspensión temporal de las consultas médicas.
Muchas de ellas seguirán viviendo con pensiones precarias que apenas les alcanzan para llevar una existencia digna, con nuevos gastos necesarios para cumplir las medidas sanitarias establecidas por las autoridades. «Se han anunciado muchas ayudas para diferentes colectivos, pero apenas hemos oído hablar de más apoyo para los mayores, en todos los órdenes».
Estas reflexiones surgen al hacer balance de la experiencia del confinamiento en los Apartamentos Tutelados donde, por fortuna, no ha habido ni un solo caso de coronavirus entre los 270 habitantes de las 235 viviendas que gestiona Proginsa, un colectivo de alto riesgo. «Estamos muy contentas porque tanto las medidas adoptadas como la concienciación y buena conducta de los usuarios ha contribuido a que el virus no haya cruzado el portal de nuestros apartamentos».
¿Qué medidas se han tomado para evitar los contagios?
Ya en los primeros días de marzo celebramos reuniones en los edificios para compartir con los usuarios las medidas que debíamos tomar: mantener el distanciamiento, salir a la calle lo menos posible, extremar la higiene de manos y evitar el contacto con personas ajenas. Por otra parte, se acordó el cierre de las zonas comunes, se suspendieron los servicios externos no esenciales, se suprimió la limpieza del interior del apartamento y el servicio de mantenimiento, que se dejó solo para urgencias, y se intensificó la limpieza de las estancias de paso.
¿Cómo lo asumieron los usuarios?
Con un gran sentido de la responsabilidad. Siguieron en todo momento nuestras indicaciones y se quedaron en sus apartamentos sin salir. A través de los conserjes y los voluntarios coordinados por los servicios sociales se organizó la compra semanal y otros recados para que nadie que no tuviera un soporte familiar cercano, tuviera necesidad de abandonar su casa.
Según señala la Doctora Gorricho, el 99,9 % de los usuarios cumplieron fielmente las recomendaciones. «En algún caso, cuando con las cámaras de seguridad observábamos que alguien salía a la calle más de la cuenta, enseguida nos poníamos en contacto con él para animarle a que permaneciera en su domicilio».
Obviamente, el confinamiento también ha sido duro para ellos. «Las conserjes y la Educadora Social, contactaban periódicamente con ellos para conocer su estado de salud y de ánimo y prestarles ayuda. Día a día hemos estado informadas de la situación para actuar si era necesario. Por eso, quiero reconocer el comportamiento ejemplar de nuestras profesionales, que se han volcado para hacer más fácil la vida de todo el mundo en estas circunstancias».
Por otro lado, los propios usuarios se han dado el apoyo emocional posible. «Además de salir a los balcones a las ocho de la tarde para aplaudir, en algunas plantas se citaban a la una del mediodía en el pasillo. Se saludaban, comprobaban que todas estaban bien y entonaban su particular versión de ‘Resistiré’. Resultaba muy emotivo verlas acudir puntuales a su encuentro con los demás».
¿Qué ha podido influir para evitar la aparición de contagios y enfermos?
Hay que decir que, desde el punto de vista del espacio y la asistencia, nuestros establecimientos no son comparables a una residencia. Los usuarios son personas válidas, viven en sus domicilios, y aunque reciben varios servicios, algunos generales y otros a demanda, gozan de una gran autonomía.
La gran ventaja está en que cada uno ocupa su vivienda, no es necesario compartir estancias y tampoco circulan personas ajenas si no es necesario. Por eso, hemos podido cumplir con el confinamiento sin ninguna dificultad. Ahora bien, los usuarios y sus familias se han comportado de manera muy responsable, y esa ha sido para mí la clave.
¿Y cómo han llevado el confinamiento?
La inmensa mayoría muy bien. Nuestros mayores saben bien lo que es una vida exigente. Como es natural, han tenido sus momentos de preocupación, no tanto por ellos mismos como por sus seres queridos, y han sufrido la soledad. No obstante, según he dicho antes, tanto nuestro equipo de conserjes como la Educadora Social y los servicios sociales, en el caso de Ansoáin, ha mantenido el contacto regular.
¿De qué manera van a seguir haciendo frente al COVID-19?
Aquí, poco a poco, también regresamos a la normalidad. Se ha efectuado una desinfección especial de los edificios y han empezado a abrirse las zonas comunes, con prudencia: hay que mantener la distancia social, usar mascarillas, se limpian los equipamientos después del uso y se anima a cumplir individualmente con las recomendaciones de las autoridades sanitarias.
Los usuarios tienen un poco de miedo, pero es que hasta que no haya una vacuna, el riesgo sigue siendo muy grande. Tenemos que cuidarnos mucho, no queda otra.
Para Lourdes Gorricho, es importante que la Administración Pública no se olvide de las personas mayores de los apartamentos. «Sería conveniente que se hicieran test a
los usuarios de todas las viviendas tuteladas. No se encuentran en la misma situación que en una residencia, pero la edad media es muy elevada. Existen 56, 57 o 66 viviendas en cada edificio. Por tanto, ahora que se van a interrelacionar más, considero que es muy importante conocer cómo es la situación real”.
En su opinión, este tipo de establecimientos también presta una importante labor asistencial, aunque legalmente se correspondan con un modelo de alquiler protegido. «Al final, no es solo un piso de alquiler. Los usuarios reciben una atención de la que jamás disfrutarían en otro inmueble, aparte de los servicios especiales contratados por cada persona».
Conforme avanzamos hacia la normalidad, cada vez se hace más lejano el eco de los aplausos. Sin embargo, como recuerda la Doctora Gorricho, no debemos olvidarnos de que la amenaza sigue muy presente. “Tenemos que vigilar mucho la salud, y al menor síntoma, hay que consultar con el médico. Solo así evitaremos que vuelvan estos meses tan complicados”.